Demasiadas veces somos incapaces de liberarnos de los resentimientos y, a pesar de mantener la abstinencia, caemos en una amargura existencial crónica que nos impide alcanzar el estado de equilibrio propio de ella. Vagamos por el mundo envenenándolo todo. Resentidos con la vida, con nuestras familias, amigos o compañeros…, caemos atrapados en el sufrimiento crónico que provoca el rencor. Volvemos a sentir una y otra vez la misma experiencia que nos produjo daño. Una actitud nefasta, puesto que se retroalimenta y nos sume en un estado de autoconmiseración auténticamente lamentable.

Reflexionar sobre los resentimientos, hablar de ellos, analizarlos, asociarlos con otros fenómenos emocionales e investigar sus causas, nos permitirá descubrir los factores irracionales que los sustentan.

Si en este trabajo somos honestos, descubriremos que, en la mayoría de los casos hubo, parcialmente al menos, por nuestra parte un grado de responsabilidad en la situación que provocó el resentimiento. Casi siempre nos vamos a encontrar con la sorpresa de ninguno de ellos es auténtico. Se suele tratar, habitualmente, de una transferencia de culpa a otras personas, instituciones o principios.

Los resentimientos no son fáciles de tratar a menos que se trabaje sobre ellos con otras personas con determinación, mente abierta, honestidad, constancia y humildad…..